No creí que los caminos se tornaran paralelos, tanto así que llegaran a juntarse en algún punto del plano. Tampoco creí equivocarme al cerrar los ojos frente a la trifurcación para dejarme llevar. Ahora veo que he caminado dos pasos y retrocedido uno. Que he dejado caminos inconclusos y he escapado apresuradamente para no enfrentar dolores.
Tengo miedo.
Miedo de esa nueva trifurcación frente a mi vista.
Por eso recorro mi situación desde un helicóptero, intentando sobrevolar objetivamente los sentimientos. Sin embargo, a ratos parezco perder altura, y comienzo a caer lentamente sobre ese océano tan grande y solitario que es mi amalgamada invención del mundo... Ese caos que inventé y construí de lágrimas y terrones de esperanza: lágrimas frías que ocupan las tres cuartas partes.
Mientras caigo el aire gélido me permite reaccionar para tomar nuevamente las riendas metálicas: nuevamente me alzo sobre todo y todos.
Pero ya sentí el calor de alguno de esos montículos que recibirían mi inescrupuloso descenso.
Ya sentí el calor de estrellarme, de fundirme plenamente en esa mezcla de pinturas, canciones, fotografías y sentimientos.
Nunca me sentí tan perdida.
Y nunca sentí tanto el deseo de creer y rehacer por mí misma esta figura desvalida que llamo cuerpo, demacrada por las horas en que llené los océanos salados.
Quiero un fu bemol.
Esa nota inexistente, ese estado intermedio (intermedio de la nada).
Al parecer no busco coherencia ni vida real; simplemente ese punto falso, ese paso en falso que me garantiza no errar. Así que despliego mis alas, para sentir plenamente el fuego y el hielo mezclados, intermitentemente. En búsqueda de ese límite que me muestre un nuevo paradigma de la felicidad, un nuevo espejismo que corra paralelo a mi vida olvidada, pero que lo haga dejando atrás ese único punto de encuentro en el plano... El punto de partida.
Soy una amalgama.
Y me di cuenta de que no poseo alas para esquivar el sufrimiento.
Ja, siempre lo supe. Pero a mi pesar, necesitaba una sonrisa amarga que me permitiese reir de mi propia situación, una y otra vez, torturándome.
Soy una amalgama y tengo miedo. Miedo porque la bencina parece acabarse, y las fuerzas parecen consumarse. Miedo a desfallecer sobre el océano de mis lágrimas, sobre el espejismo de mis dolores. Miedo a correr en dirección equivocada frente a esta nueva trifurcación. Miedo a que ya sea demasiado tarde. Miedo a que luego sea demasiado tarde. Miedo a que el tiempo deje de congelarse y parecer inmune. Miedo a la soledad. Miedo a dormir nuevamente. Miedo a equivocarme. Miedo a ser yo:
Esa amalgamada figura sobre un juguete que pretende (irónica, amarga, penosamente) la panorámica de una posible respuesta.