martes, 20 de mayo de 2008

· Blackwater Park ·


Y estabas ahí: hermosa, tanto como solías serlo. Doblada por el esfuerzo sobrehumano que te costaba mentir: Mentirme. Y sentíamos a nuestro alrededor que nuevamente nos azotaría el invierno; aquel que anteriormente nos vio luchar frenéticamente... Y que en él ya ni las gélidas bancas podrían sobreponerse a perecer congeladas...
Porque no serían ni siquiera nuestros cuerpos quienes las abrigarían, ni nuestros esfuerzos por entibiarlas lo que las salvarían.

Sería la lluvia la que perdería entre desagües las hojas caídas del otoño, la que limpiaría el aire desgastado de un melancólico cielo nublado.

Y, sin embargo, lo extrañaría.

Extrañaría esos parques en donde dejamos nuestra pequeña invención del mundo a medio acabar, extrañaría los abrigos medio húmedos y su fru frú al rozarse, extrañaría los suspiros interminables por historias sin comienzo que creímos poder concretar; aquellos suspiros que nos permitían seguir soñando cada día, seguir entibiando bancas incansablemente, y seguir pensando que quizás... quizás.






1 comentario:

chica mandarina (con interior azul) dijo...

Con tanto movimiento rápido y mecanizado, se me olvidan por ratos largos los rastros de melancolía que significan las huellas de tierra y agua en el cemento. Y yo creo que tu texto resume todo eso: la unión perfecta del hombre y sus anhelos que se esfuman aún antes de alcanzarlos, aquellos que parecen materializarse en los objetos que construyen el mundo, que se llenan de significaciones espantosas a la sensibilidad y que prontamente se esfuman como la lluvia después de caer a destajos y llevarse todo aquello que parecía eterno.
Pero como siempre digo, no importa demasiado, porque la eternidad es cuestión de horas, si la percibes, luego puedes escribirla y recordármelo.

Bella!
y TG la lleva en mala.
:)