viernes, 9 de octubre de 2009

· Lluvias inesperadas ·


Septiembre se ha hecho invisible.
Ha olvidado mis palabras.
Ha olvidado mis (des)dichas.

Se ha olvidado a sí mismo y no dejó un rastro.
Sus huellas desaparecen como el veintinueve de febrero.
No nació en un hospital concurrido, ni su entierro se efectuó en cementerio moderno.
Pasó como un fantasma aún más invisible.
No dejó rastro de mis elucubraciones.
Ni de sus flores recién creadas.
Ni de sus banderas.

Ha olvidado sus huellas.
Porque
su padre olvidó fecundarlo.
o su madre quizás era estéril.

Y entre agosto y octubre no hay nada.
Ni siquiera un espacio que recuerde su existencia vacua.
Ni siquiera un link en blanco hacia un destino falso.
Porque
su madre y su padre (yo) olvidaron que vivió, tornasolado bajo un sol tibio.

Entonces decidió caminar sobre sus recuerdos
borrando como supo las secuelas de su visita.
Así, sutilmente y sin rencores
septiembre lloró.

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