martes, 13 de abril de 2010

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El peligro que me acosa, me sanciona.

La razón que me cobija, se diluye.
El miedo, aliado eterno, se transluce.
Y esa mano, amada mía, que me toma.

La sombra en el parapeto, me repite.
El calor de mis mejillas, me incinera.
El simulacro de ojos verdes, se desmiente.

Y esa lluvia que me aplasta y que me yerme.

Te repito en el peligro que desmientes,
te sujeto con la mano que incineras,
la razón que nos persigue se desmiente,
y esa lluvia nos aplasta y nos yerme,
amado mío...
el calor de mis mejillas me sanciona.


2 comentarios:

Oscar González Cantin dijo...

Después de hacer lo que estoy haciendo (algo muy poco interesante para ser contado) comentaré tu publicación.

Oscar González Cantin dijo...

Ahora sí.

Pensé que era un poema, aunque, por lo que me escribiste en el muro, parece que no. Me pareció interesante el ritmo y la medida de los versos, en su mayoría dodecasílabos. Es el famoso sentido del ritmo que algunos tenemos dentro.

Escribes bastante mejor que algunos autodenominados poetas. Te felicito.

Si tuviera que criticar o corregir, serían cosas menores.

Saludos!