martes, 10 de junio de 2008
·Arqueología·
martes, 20 de mayo de 2008
· Blackwater Park ·

Sería la lluvia la que perdería entre desagües las hojas caídas del otoño, la que limpiaría el aire desgastado de un melancólico cielo nublado.
Y, sin embargo, lo extrañaría.
Extrañaría esos parques en donde dejamos nuestra pequeña invención del mundo a medio acabar, extrañaría los abrigos medio húmedos y su fru frú al rozarse, extrañaría los suspiros interminables por historias sin comienzo que creímos poder concretar; aquellos suspiros que nos permitían seguir soñando cada día, seguir entibiando bancas incansablemente, y seguir pensando que quizás... quizás.
jueves, 15 de mayo de 2008
· El lado más dramático de mí... ·
Se evaporaba paulatinamente, devorado por el imponente sol, ese sol que parecía no querer ceder ni al invierno, ese sol que despierta en mis ojos cada mañana, y que evita el frío al anochecer.
Y mis suelas se negaban a ceder.
Por suficiente tiempo se había adherido la sombra a mis pies, suficiente como para terminar sintiéndome menos humana dentro de la carne, como para acostumbrarme al frío de la desnudez.
(Incluso amarla)
Resulta lógico que cada hilo se niegue, que luche furiosamente por no desprenderse, por estar siempre colgado a mí.
Y también resulta lógico que cada cierto tiempo le tienda la mano a esa sombra, a esa niebla que me rodea y que la luz pretende disipar.
"Fue ese doble el único que me acogió cuando mi cuerpo no era más que masa, y me enseñó la inspiración...
Por eso yo también me aferro al dolor, como la gota de licor que recorre mi cuerpo creando literatura."
Entonces tomo la aguja y repaso el hilo que, al parecer, no podrá soportar.
Pero sólo de vez en cuando.
Porque el calor comienza a agradarme.
Y el lado más dramático de mí comienza a alejarse,
reconociéndolo sólo en excusas.
Y ya la luz lo ha evaporado completamente
y ha pasado a formar parte del aire...
Ese aire que revuelve mis cabellos,
que recorre mi cuerpo haciéndolo encrisparse,
y que sonrié junto a mis labios cada día de sol.
domingo, 27 de abril de 2008
· 24/02 ·
Y sin embargo, la página estaba demasiado limpia, demasiado en blanco. Que las primeras pinceladas fueron frágiles, inexactas, precarias y - en su mayoría - erróneas, teniendo que (inevitablemente?) ser tachadas o explicadas. Así, la escritura ya no se vió perfecta sino tan fallida como en ocasiones anteriores. Tan fallida pero a la vez distinta; cargada al "yo" y al egoísmo, al deliberado deseo de obviar a los demás, las influencias y el exterior...
Detesto correr tras las sombras del polo opuesto.
Aquel que imanta mi persona (lidad) absorviéndola, succionándola, deformándola e idiotizándola. Idiotizada como un zombie.
Celestezombie, como madre cloaca.
----- cloaca.
jueves, 10 de abril de 2008
·Mensaje Subliminal·

Recuerdo haber llegado hasta la "tri"furcación de los caminos, esa que tanto había intentado esquivar caminando lento, retrocediendo pasos.
Recuerdo haber mirado a lo lejos hacia esas tres direcciones, buscando algún indicio de vida, algún rayo de sol que sirviera para aferrarse.
Todos inhóspitos, desiertos.
Estuve un buen rato sentada ante la decisión.
A pesar de todo, había un camino en el cual podía ver "algo" a lo lejos, y entonces lo elegí.
Si tan solo no hubiese sido tan ingenua en aquel momento.
Se trataba de un espejismo.
El camino terminaba en el vacío. Se iba poco a poco "desconvirtiendo" de lo material a una "nada" perfectamente limitada y sin límites. Una "nada" que me succionaba, que me llamaba y me atraía a medida en que se hacía cada vez más dolorosa.
Me hubiese quedado refugiada en ese espejismo para siempre... Pero el desdichado me escupió, me lanzó nuevamente hacia la "tri"furcación, cerrándose para mí, y dejándola sólo en "bi".
Recuerdo haber perseguido su recuerdo durante siglos.
Cuando alguien quiso conducirme, lo maté. Pero no sin dolor.
Maté el presente y con ello nació la " "furcación.
Partí entonces por la " "furcación. Cogí casi todos mis recuerdos y los eché al bolsillo. Caminé ayudada por una mano invisible.
Encontré-
Sí, encontré-
Y cada día vuelvo menos la vista hacia atrás, hacia la "tri" furcación de los caminos,
allá donde abandoné recuerdos que elegí "guardar" en la tierra,
en la tierra y no en mis bolsillos.
sábado, 1 de marzo de 2008
· Escala Cromática ·
me riño a cada instante con este pudor insaciable,
soy impasible en actos inauditos e inalcanzable,
me fijo tras esta pared plana de reflejos,
soy la imagen traslúcida de una muerte prematura,
las hojas de mi cuerpo se desprenden secas de mentiras,
marchitas de esperas, podridas de tiempo.
Estoy rendida ante lo infinito,
soy un punto en la era de la destrucción,
mis pensamientos valen más que los granos de arena,
postrada frente a la visión de la oleada absurda,
obligada a ver masacres de iguales.
Estoy rendida ante las mil facetas de lo infinito,
mimetizada como un punto en la destrucción,
postrada ante la visión de mi propia muerte,
obligada a ver marchitas las horas de mi espera,
bajo mi existencia,
que vale poco más que un grano de arena...
____________________________________
Tiene como tres años de ser escrito, y aún me resulta increíble lo "yo" que sigue siendo.
lunes, 25 de febrero de 2008
· El Baile de las Márcaras ·
Sin embargo, ya no chocaron contra esa muralla medio rota que solía llamar su "escudo".
No.
Ahora se encuentra al descubierto. De forma mínima, irreconocible.
Y es que encontró una manera mejor de protegerse: arriesgando su propia identidad.
Claro, de forma inconsciente fue separándose en pedacitos.
jueves, 17 de enero de 2008
· Red is a Slow Colour ·
lunes, 14 de enero de 2008
domingo, 13 de enero de 2008
· Efímero ·

Me gusta porque da la impresión de estar naciendo...
la sensación de que con fuerza empuja sus pétalos hacia afuera,
un afuera que no es capaz de dimensionar.
Pobre ingenua.
Empujando frenéticamente hacia el fin,
un fin que no es capaz de dimensionar.
Así como todos avanzamos,
sacando de no sé dónde fuerzas, a pesar del dolor,
a pesar de que el fondo se ve siempre negro.
Y quizás es sólo eso.
Es el segundo en que alguien captó nuestra esencia,
o nos vió en la lucha hermosa y desesperada
(porque mientras más desesperada, más hermosa).
Al final no somos tan distintos.
Si de todos modos, la rosa siguió creciendo y muriendo
Sí..
a medida que crecía, moría.
viernes, 28 de diciembre de 2007
viernes, 2 de noviembre de 2007
· Nada ·
Y claro que lo pensé. De hecho, viví varias semanas en aquella superficialidad, en la calidez del autoengaño.
En momentos como éste me gustaría estar rodeada, no tener espacios vacíos de tiempo para pensar en mí, espacios vacios que mi inconsciente aprovecha ágilmente para enfrentarme.
Y quiere la verdad, la busca insistentemente.
Finalmente cede, sí, el cerebro cede; y siento caer la barrera, intangible, tan frágil, una construcción ridícula, mediocre, como queriendo proteger y a la vez autodestruirse (pero sobre todo autodestruirse) y que sólo sigue en pie para serme fiel, para no hacerme creer que soy tan débil, o para darme momentos, regalarme sonrisas.
No soy así.
Pero intento esquivarlo, como si pudiesen torcerse los caminos.
En momentos como éste me gustaría estar rodeada, para no permitirme vacilaciones, para que la mano que con fuerza da vuelta la página no dude, no la mire de reojo por última vez, una última vez interminable,
que la hace llenarse de lluvia.
Sin embargo siento la piedrita en el zapato. Me daña a cada paso que doy. Intento caminar de forma en que no me toque. Cuando la busco no la encuentro. Pero está ahí, siempre está ahí. Negándose al olvido. Egoísta.
Egoísta me daña, me molesta. No tengo herida, pero duele. O quizás sí; invisible.
Invisible y egoísta me daña, la piedrita en el zapato.
lunes, 3 de septiembre de 2007
· Go back to sleep... ·
Me resulta aún más complicado hilar la alborotada cantidad de sentimientos que quieren despedirse de mí para ir a 'un más allá'; un más allá que sea capaz de ordenarlas, tal vez hasta analizarlas. Pero pareciera que el imán opresor, o esa incapacidad de los humanos de sentirse menos humanos o más vacíos al momento de no sufrir, quisiera tatuarlos dentro de mi fisionomía mediocre... (las arrugas invisibles...).
Me encuentro en el punto sin alternativas; no existe un pasado más que el de la página anterior, y la realidad de la que solía escapar pareció encontrarme más rápido de lo que creí. Pero en ese mismo punto se abren incógnitas que no me siento en posición de analizar; ¿Cómo poder diferenciar si una alegría es verídica o consecuencia de algunos químicos? Y en base a eso, ¿Qué otra reflexión puedo hacer?... ¿Cómo podría enfrentarme a la realidad (que por cierto, ya me encontró, pero que nunca anduvo perdida ni yo separada de ella) si no conozco mi propio estado, mis propias armas..., si no tengo conciencia alguna de si me hallo apta, o en absoluta desventaja frente a la próxima batalla?.
Es como la adrenalina al cruzar la cuerda floja; un paso hacia adelante podría significar en falso (o el llegar hacia el otro lado), y el camino recorrido ya es sólo eso; el camino recorrido.
martes, 19 de junio de 2007
·Listen·

martes, 29 de mayo de 2007
jueves, 17 de mayo de 2007
·Fuckin' Day·
“Aún quedan esperanzas” se mintió a sí misma tratando de aminorar el dolor; tal cual kamikaze abriendo su paracaídas sabiendo que está roto.
jueves, 26 de abril de 2007
·El Señor Feliz·
Había una vez un señor que se llamaba Señor Feliz, era el señor más feliz del Mundo Feliz, pero cuando iba caminando fuera de su país estaba llorando y se dijo, " ¿ qué me pasa ? , se supone que yo soy la persona más feliz del Mundo Feliz " y se dió cuenta que estaba en el País Triste. Cuando iba a regresar al País Feliz se equivocó de camino y llegó al País Enano y ahí se encontraba el Señor Pequeño, y el Señor Feliz le preguntó, "¿dónde queda el País Feliz?".
- "Al Norte" le dijo el Señor Pequeño, y el Señor Feliz pudo regresar por fin a su país.
FIN
sábado, 19 de abril de 1997
=)
lunes, 9 de abril de 2007
·Reencarnación·
Por mi parte amaba la catedral; no era como la del centro: silenciosa, con un órgano, demasiado grande y sobrecargada de figurillas. Esta era más pequeña, más simple. Cargaba los recuerdos de mi infancia, cuando todo a su alrededor era campo de sembradío... me recordaba las escondidas, a las señoras vestidas de domingo (con sombrero y abrigo si es que hacía frío), los caminos de tierra, el olor a humedad.
Pero qué les importaba eso a los capitalistas: ellos sólo querían su rascacielos que literalmente “tocara los cielos”, una especie de Torre de Babel tecnologizada, el sueño de la perdición.
Entre los ciudadanos más antiguos nos pusimos de acuerdo y ése día nos levantamos antes de que naciera el sol y cantaran los gallos (aún quedaban estrellas rezagadas). Me paré en el marco de la puerta y miré al rededor dando un bostezo; las luces de las casas se comenzaban a encender y se oía a lo lejos el movimiento humano. Sentí la mano de mi madre posarse suavemente sobre mi hombro “Ya es la hora”, la oí susurrar.
La gente se congregaba frente a la iglesia, había algo en el aire... un “no se qué” lleno de tensión. El viento soplaba muy levemente, y el silencio que allí reinaba era quebrado sólo algunas veces por toses o murmullos que se apagaban rápidamente. Estábamos nerviosos, era nuestra última oportunidad.
Entonces divisamos al monstruo en el horizonte: era una máquina gigantesca de la cual colgaba la bola de la perdición, como en las películas. Nos alteramos, nos pusimos feroces y mientras se acercaba intentábamos detenerla con piedrazos, alaridos, luchas cuerpo a cuerpo (o cuerpo a máquina, mejor dicho)...Atropellados, heridos, inconscientes e histéricos... todo se volvió la expresión prehistórica de la brutalidad más desconcertante, contra eso: lo desconocido, lo odiado; porque venían a robarnos, a robarnos nuestros recuerdos para convertirlos en una cumbre de metal.
Pero no podíamos detenerlo, e incluso parecía que la máquina demoledora tenía vida propia, avanzaba indiferente de las agresiones, aplastaba humanos, saboreaba el sufrimiento, saboreaba el espanto, se alimentaba de los gritos, se reía de la desesperación.
Y llegó... llegó (qué horror), se detuvo al lado de la catedral y vimos como la bola empezó a balancearse, primero lenta y cada vez más rápidamente (se me ensombreció el rostro; ya no éramos humanos. Ni nosotros, ni ellos.). Con un estruendo presenciamos el primer impacto: la bola golpeó seca y fuertemente las paredes de cemento, esas paredes cafesozas por el desteñir de los tiempos, mientras nuestros recuerdos se resquebrajaban y hacían polvillo, nuestro corazón se hacía trizas también. Oí sollozos a lo lejos, sendos murallones se destruían y caían como avalancha.
Segundo golpe: seco, fuerte, preciso... y la iglesia comenzó a sangrar... y su sangre lo destruía todo: como un vómito se expulsaba por las paredes, como lava negra se deslizaba por las baldosas trizadas de quién sabe cuántos pasos, como ácido quemaba, derretía las campanas de bronce, asesinaba.
Perdimos la razón, esta vez por completo. Sólo corríamos por nuestras vidas mientras veíamos a nuestras espaldas cómo avanzaba el líquido que destruía los campos de sembradío, que destruía las jugarretas y a las señoras vestidas de domingo... Y así corrí, desesperado corrí... pero era imposible: nadie podía escapar.
Y me alcanzó. Sentí mis pies arder. Mi cuerpo se deshacía mientras me hundía alzando los brazos, como un último ademán de vivir... la sangre lo destruyó todo, y nada quedó... ni nosotros, ni el monstruo, ni la iglesia, ni los recuerdos.
Sólo nuestras almas lograron escapar, ellas huyeron junto con otras y viajaron lejos, en busca de otro cuerpo donde habitar.
Reencarnación.
·Los Jinetes·
Sabía que era una irresponsabilidad estar allí, pero qué tanto importaba...
Prefería caminar por aquel camino, para recordarlos un poco, para no olvidar los veranos en los que reíamos juntos, cuando recogíamos las moras en febrero, cuando saltábamos en el puente colgante, cuando nos refrescábamos en las pozas del río...
Los grillos se oían especialmente fuerte entre los paltos, se fundían con las estrellas y eran equivalentes: los miles de grillos eran lo mismo que las miles de estrellas.
Los paltos... y otro recuerdo más; cuando nos subíamos a los árboles y cortábamos paltas, recogíamos los saltamontes, nos mojábamos los pies en los días de regadío, mi papá nos hacía barcos de madera y los echábamos a andar arroyo abajo, donde las vacas y los caballos tomaban agua. Y las guerras de fecas (secas), nos escondíamos entre la alfalfa gigantesca, donde sin querer alguno que otro quedaba con el tobillo enterrado en una plasta. Risas y más risas.
Sabía que era una irresponsabilidad estar allí. Pero no podía evitarlo, necesitaba recordarlos, necesitaba recordar el rodeo, necesitaba recordar al Negro (el caballo de Don Miguel), necesitaba recordar... porque era la única que quedaba, porque ya todos se habían ido.
Pateé una piedra y me dolió, no importaba mucho.
“La culpa había sido de los malditos jinetes; ellos, que habían llegado y lo habían destruído todo. (Apreté los puños).
Un día llegaron y empezaron la matanza, uno por uno iban desapareciendo, y los hallábamos muertos, queridos. “
Grité en la oscuridad. Sabía que era una irresponsabilidad estar allí.
Ya no quedaban animales, se los habían robado. Se habían robado al burro, al Negro, a las vacas... habían quemado todo, ya no había paltas, ya no había saltamontes. Sólo quedaban estas zarzamoras que crecen como plagas, pero que ya no dan moras. El río estaba casi seco y se podía cruzar caminando, ya no había alfalfa... y entonces quedaban los recuerdos...
Miré al suelo y recordé las caminatas por la carretera, de noche, luego de ir al pueblo. Recordé “el corre el anillo” con los primos, y las penitencias que siempre eran meter la cabeza al water de hoyo que olía mal, comerse una amarga hoja de palto o darle un beso al Benji (el perro deforme que tenía una enorme cabeza de pastor alemán con cuerpo de perro salchicha).
Ésta era mi tortura diaria: recordar y recordar; recordar que los jinetes se lo habían llevado todo.
Cuando ellos llegaron todo era desesperación: las viejas de las fincas se encerraron en sus casas y no salieron más; fueron las primeras en morir. El pueblo se volvió un calvario, y ya nadie quería hacer nada: los niños no iban al colegio y los padres no trabajaban los campos, las mujeres se quedaba sentadas en una silla, con los ojos trastornados de no dormir cuidando la casa. Pero igual morían, igual desaparecían. Porque los jinetes venían a destruirlo todo, y no había escapatoria alguna, porque los jinetes engatuzaban, engañaban, mentían.
Llegué a lo que quedaba del río. Sabía que era una irresponsabilidad estar allí... Y oí el ruido de los cascos. “Ahí vienen” pensé. Y llegaron. Seguramente este era el único lugar que no habían destruído aún. Y me vieron. No escapé, ni grité, daba igual, si ya todos habían muerto, si yo era la única que quedaba...
Se acercaron (eran a lo menos cinco). Reconosco que entre la furia sentí el miedo. Si los malditos jinetes ya lo habían destruído todo y habían construído ciudades y fábricas por todo el lugar, habían matado animales y paltos para sembrar edificios.
Y al tomar conciencia de que los grillos eran voces y las estrellas un estúpido alumbrado. De que el croar de las ranas no eran más que motores y el río la gotera de alguna llave... supe que los jinetes me habían matado también.
jueves, 22 de marzo de 2007
·Water de colegio·
Lo peor es cuando ando asquienta y debo arrancar de ahi.
Sin embargo, el baño también se ha convertido en un centro de vida social: es casi como un hall, ahí nos agarramos, ahi nos reímos y nos encontramos con amigos (o enemigos) de otros cursos.
Así que 'casi' le tenemos cariño.
=P



